¿Y qué con los demás?
¿Si un día me levanto y ya no me importan?
Ya no hay un qué dirán, ni un qué diré,
solo yo y nada más,
y no me acusen de misantropía,
no, no hay que victimizarse,
sólo es una reestructuración
a nivel casi dogmático.
Ya no creo en los dichos de la vieja escuela,
en la ley de causa/efecto,
en que todo se devuelve en esta vida,
¡mentira!,
significaría que todo es recíproco,
y de nuevo, ¡mentira!,
sólo hay un ya, un sí y un “go”,
los demás, son clichés para coartarnos y así
asegurarnos de no ser algo tan monstruoso,
que nos alcance para entrar al cielo,
y dentro de nuestra maquillada monstruosidad,
seamos los hijos pródigos, que tienen metas,
matrimonios, millones de dólares, moral y
muchos pecados, pero qué va,
basta con arrepentirse y serás perdonado,
y nada de miradas culpógenas,
porque “Él” está de testigo de
tu sincero arrepentimiento,
si no, siempre nos queda
el derecho a la duda razonable,
y esperar que en un rebote la vida
nos devuelva lo que dimos,
para mal o para bien de los demás.